jueves, 11 de noviembre de 2010

Regalices

Como cuando dices:

- No, si a mi no me gusta el regalíz rojo. Sólo el negro, y a lo sumo el azul ese.
- ¿Seguro? Mira que no sabes lo que te pierdes...
- Si, ¡claro! Si no se yo lo que me gusta, ¿quién lo va a saber?

Entonces llegas a casa y dices, veenga... y zas! Lo pruebas y efectivamente, te gusta. No, no te gusta, te encanta, y desde ese momento hubieras deseado hacer caso a tu mente cerrada o a tu inexistente sentido aventurero y no haberlo probado, porque desde ese instante se vuelve una adicción. 

Sueñas con regalíz rojo, y cuando te levantas, lo haces con ganas del maldito regalíz. Cuando no sueñas, le das vueltas constantemente, como el anuncio aquel de... No pienses en un oso blanco

¿Y qué pasa con el regalíz negro? ¿Y con el de pica-pica? ¿Y el de colorines? ¿Y el de melocotón? ¿Y el blandito ese?
Nada. Eso pasa. Que aunque te pongan una gran caja con el surtido más variado que te puedas imaginar, los probarás, vale, pero...

Querrás regalíz rojo

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