jueves, 2 de diciembre de 2010

Mandarinas

Como cuando terminas una mandarina y después de haber estado entera dulce, el último gajo te deja un sabor amargo. ¿A quién no le ha pasado?
¿Y luego? Bueno, aquí se encuentran varias opciones:
  1. Resignarse. Vale, la mandarina estaba buena, pero me ha dejado mal sabor, así que eso es lo que hay.
  2. Recordar lo buena que estaba, olvidando ese último momento.
  3. Ir a la cocina y buscar otra mandarina para probar de nuevo. ¿Quién sabe? Igual está incluso más rica.
  4. Comer una manzana
Sin embargo muchas veces no es tan fácil resignarse, recordar, olvidar o cambiar. Muchas veces una mandarina es más que una mandarina, ya que cuando todo va bien se tiende a ver a la mandarina de un modo simple, sencillo, en forma de una unidad naranja y con un olor característico, pero... no es así.

Una mandarina está compuesta por un número de gajos, que a su vez se dividen en cientos de gotitas que forman la pulpa. Con una mandarina se puede hacer zumo, comer al natural, cocinar, ambientar, fastidiar al vecino e incluso usarla como ambientador de manos.

Una mandarina es más que una mandarina, aunque muchas veces nos olvidemos de ello.


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